Hace un tiempo escribí un artículo en el que reflexionaba sobre cómo la permanente sensación de falta de tiempo que nos acompaña de continuo en la sociedad moderna nos aleja de nuestro bienestar y plenitud. (Si aún no lo has leído y te apetece, puedes leer el artículo completo aquí)
Hoy me apetecía volver a retomar la importancia de valorar nuestro tiempo y quería hacerlo desde un enfoque diferente pero común a la vez. Y para ello empecemos por el principio.
¿Qué es el tiempo?
El tiempo, tal y como lo entendemos los seres humanos, es un constructo del hombre, un producto de nuestra conciencia, una herramienta de medición de la existencia que la humanidad ha invitado para poder comprender y estructurar en nuestra mente la progresión de la vida, de la evolución, de la humanidad y del universo en general.
Para los seres humanos la vida es una progresión de momentos presentes en un continuo hacia delante, la experiencia que podemos disfrutar desde que nacemos hasta que morimos. Esta es la razón por la cual en muchas ocasiones también se considera el tiempo como un recurso y no como un instrumento. «El tiempo» que tendremos para vivir esta experiencia que llamamos vida.
Desde nuestra percepción humana podemos considerar el tiempo como un recurso o como instrumento. Sin embargo, para alguna teorías de la física moderna puede ser una dimensión o puede incluso no existir, como estas teorías son cuestiones que no domino (y apenas comprendo, ja,ja,ja) en este artículo vamos a centrarnos en el tiempo tal y como lo conocemos, tu y yo.
El tiempo tal y como lo percibimos los seres humanos es un producto de nuestra conciencia, una forma que hemos encontrado para entender la progresión de los hechos de nuestra experiencia de vida, y por ello nuestro tiempo en esta experiencia es limitado.
Tu tiempo en esta vida es limitado, aprovéchalo.
En la sociedad actual solemos escuchar frases como:
- ¡No tengo tiempo para nada!
- Necesito tener más tiempo.
- Estoy muy ocupada, ¡No tengo vida!
- Ojalá los días tuviesen más horas.
- Me falta tiempo para llegar a todo.
El tiempo no se puede comprar y tampoco vender, no podemos recuperarlo si lo malgastamos, ni volver a vivirlo por ejemplo para subsanar un error, no podemos pulsar un botón de pausa para pararlo, ni aplazarlo para disfrutarlo después.
El tiempo es el continuo de la existencia, y esta no se detiene desde el nacimiento hasta la muerte. Igual que los granos de un reloj de arena no dejen de caer hasta que la arena se termina, como el tictac del reloj que no cesa de sonar hasta que la energía del mecanismo se consuma, como los días no dejarán de sucederse mientras la tierra siga girando.
El tiempo de la experiencia humana es algo que fluye sin detenerse , que sucede, que pasa, que se consume, que para algunos incluso se evapora… No podemos incidir en él, solo elegir cómo utilizarlo.
Nuestro tiempo de vida tiene un principio y tendrá un fin, en nosotros está decidir la forma en que disfrutamos la experiencia que la vida nos ofrece.
Como hemos venido hablando no existe ninguna forma en la que podamos incidir en el tiempo, por ejemplo para poder volver a vivirlo o tener más.
Sin embargo, en mi opinión existen dos formas con las que podemos conseguir intensificar nuestro tiempo y poder sacarle el máximo partido. Estas son:
- Aprender a priorizar las actividades en las que invertimos nuestro tiempo.
- Disfrutar de cada momento con atención plena.
Priorizar las actividades en las que invertimos nuestro tiempo
Cuando priorizamos las actividades, las relaciones, las acciones, etc. que llevamos a cabo en nuestra vida, ofrecemos «nuestro tiempo» a lo que es realmente importante para nosotros. Es decir, invertimos el valioso tiempo de nuestra vida en lo que realmente nos importa y es significativo para nosotros. Esto nos hará que a la larga no sintamos mucho más plenos y satisfechos con nuestro tiempo y con nuestra vida.
Priorizar las actividades a las que les dedicamos nuestro tiempo significa vivir una vida acorde a lo que es importante para nosotros e invertir nuestros momentos en aquello que hará que al final de nuestra vida, si podemos tener un segundo de lucidez, podamos mirar atrás y sentirnos satisfechos con lo que hemos vivido. Que podamos sentir que hemos vivido una vida que ha merecido la pena ser vivida.
Disfrutar de cada momento con atención plena
La segunda manera que conozco de intensificar nuestro tiempo es la práctica de la atención plena. Tema del que ya te he hablado tantas y tantas, y que es un estilo de vida para mí.
(Si te apetece profundizar sobre el tema de la atención plena, puedes hacerlo aquí y aquí).
La atención plena no nos ofrece ni más ni menos tiempo, pero hace que la experiencia del momento presente sea mucho más intensa a nivel sensorial, de enfoque, de concentración… en general nos ayuda a vivir la experiencia del momento presente con total intensidad.
A través de la atención plena conseguimos disfrutar de la experiencia del momento presente de una forma más potente e intensa, con nuestra atención focalizada en lo que está sucediendo, sintiéndolo y disfrutándolo.
(Si te apetece probar y experimentar una sencilla práctica de atención plena creada por mí, puedes hacerlo aquí).
Gracias a la atención plena podemos ofrecer a cada momento, a cada instante de nuestra vida la atención y el significado que se merece.
Y esto en la sociedad moderna es poco habitual. En ocasiones podemos estar haciendo una actividad, pero tener nuestra atención en algo muy distinto, en la mayoría de las veces en un tema del pasado o del futuro.
Y para que comprendamos mejor esta idea voy a proponerte alguno ejemplos cotidianos, puede suceder que:
- Estemos degustando un delicioso café con un amigo y pensando en todo lo que hemos de hacer cuando lleguemos a nuestra. Cuando nuestro amigo nos habla le miramos, pero nuestra mente está en nuestra agenda.
- Hayamos decidido cuidar nuestras plantas, y mientras cambiamos tierra y macetas, nuestra mente está rememorando un pequeño error que cometimos en el pasado y por el cual hoy nos seguimos mortificando.
- Estemos disfrutando de una deliciosa ducha caliente, con un jabón natural con aceites esenciales, mientras mantenemos una discusión mental con una persona que quizás sentimos que nos ofendió, y esto incluso nos llena de ira nuestro interior.
Estos son algunos ejemplos pero seguro que si reflexionas, puedes encontrar muchos más. Y como es lógico de este modo es imposible disfrutar del tiempo del café, del cuidado de las plantas o de la gratificante ducha. Así el momento presente, la experiencia que tenemos en el ahora, no se puede experimentar con la intensidad y el valor que se merece.
El tiempo y su medición a través de los diferentes sistemas como el reloj, es un constructo del ser humano. Afortunadamente los demás animales no lo conocen y por tanto no marcan su vida en torno a él. Los demás seres vivos de este planeta parece que por su nivel de desarrollo cognitivo no tienen esa necesidad de organizar los sucesos de su experiencia, viven sus ciclos, etapas y variaciones entorno a los estímulos de naturaleza, y no han de preocuparse nunca por el tiempo. A mí me gusta pensar que todos los animales viven en algo así como un permanente estado de atención plena.
Esta sociedad en la que hemos normalizado ir siempre con prisa, no solo cuando algo es vital o urgente, sino de forma habitual. Donde todo el mundo parece que siempre va “tarde”, corriendo de aquí para allá, cuando queremos que el mundo se ajuste a horarios, ciclos y ritmos impuestos por unas ideas de progreso y felicidad muy poco beneficiosas y saludables para nosotros mismos y para el planeta. Mientras miles de personas emplean su tiempo de vida realizando miles de actividades que en muchas ocasiones no son importantes o necesarias ni para ellos mismos, ni para el mundo general. En una cultura donde la frase “no tengo tiempo” se considera sinónimo de productividad, el bienestar, el equilibrio y la plenitud brillan por su ausencia.
El tiempo ni nos falta, ni nos sobra. El tiempo simplemente es una forma de medir el regalo que nos ofrece la vida a través del continuo de momentos que nos permite experimentar.
Por ello me gustaría invitarte a que elijas cómo utilizar «tu tiempo», como disfrutar de tu experiencia de vida. Eligiendo actividades, acciones, relaciones, etc. que sean importantes y significativas para ti, para tus seres queridos o para el mundo en general. Desde aquí quiero invitarte a valorar como se merece cada segundo de tu vida, pues quien valora su tiempo, valora su vida.

Por último quiero darte las gracias por ofrecerme tu valioso tiempo.
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Muchas gracias y hasta pronto.